Al salir de la habitación noté su mirada. Me recorrió de pies a cabeza con el aire melancólico de los últimos meses. Aun así, mamá se esforzó por que todo fuera como cada mañana; sonrió, me besó la frente y me ofreció el desayuno. “Yo sé lo que te sucede, mamá”, podría decirle, pero no lo haré. Y ella podría decirme: “has cambiado”, pero tampoco lo hará. Ambas seguiremos fingiendo, ella que soy una niña y yo que soy mujer.
Negación
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Maestra de creación literaria y escritora independiente Ver más entradas